Entendemos por
hidratación a la acción de consumir líquidos en variadas formas de
modo continuo y permanente. Esta acción tiene por objetivo
reemplazar los líquidos naturales que el organismo gasta en
diferentes actividades, especialmente cuando se realiza ejercicio, a
través de la sudoración o transpiración.
Cabe
destacar que el organismo, antes de nacer, vive inmerso en el líquido
amniótico de la madre. Se dice que un feto humano a los tres días
contiene un 94% de agua y que cuando se convierte en bebé alcanza el
75 % de agua, siendo en la vejez la menor cantidad de agua que es del
65%. La sangre contiene un 83 %, los músculos un 76% y el cerebro un
75%. Los huesos, que quizás a priori podrían parecer carentes de
agua, están formados por un 22% de agua. Por todos estos datos, es
fácil darse cuenta de la importancia que tiene el agua para el
organismo. El organismo, cada día pierde una media de dos litros de
agua al día entre la respiración y la traspiración de la piel y la
orina.
Según lo que
recomiendan los profesionales, una persona debe consumir normalmente
entre uno y dos litros de agua por día para reponer aquellos
líquidos que son consumidos por el organismo. También alertan sobre
el hecho de que cuando se presenta la sensación de sed es cuando el
organismo manda señales al cerebro para concientizarlo de ese estado
de deshidratación, por lo cual es siempre recomendable consumir
líquidos incluso cuando no se tiene sed.
Como
conclusión, la importancia de la hidratación radica
en el hecho de que es justamente una acción que nos permite seguir
realizando nuestras actividades de manera saludable ya que se le
otorga al cuerpo una buena ración de líquidos perdidos o
consumidos. Uno puede hidratarse de manera específica cuando toma
líquidos luego de hacer ejercicio, pero también puede hacerlo
cuando consume líquidos como parte de su alimentación común
(infusiones, agua, gaseosas, jugos, etc.).
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