Los alimentos
transgénicos son aquellos que incluyen en su composición algún
ingrediente que procede de un organismo que se le ha incorporado
mediante técnicas genéticas, un gen de otra especie. Gracias a la
biotecnología moderna se puede transferir un gen de un organismo a
otro para dotarlo de una cualidad especial de la que carece, para que
de esta forma las plantas transgénicas puedan resistir las plagas,
resistir mejor a los herbicidas y a las sequías, etc…
En el caso de
Europa, no tas las modalidades de transgénicas están permitidas, ya
que solo aquellas que pueden ser cultivadas y posteriormente
comercializadas lo están.
Desde que
aparecieron los alimentos transgénicos han sido objetivo de mucha
polémica. Existen personas que están a su favor y otras que están
completamente en contra de la producción de estos alimentos.
Los defensores
de dicha práctica creen que con la modificación genética se
pretende lograr alimentos mucho más resistentes y con mejores
cualidades nutritivas que sean más beneficiosas para el ser humano.
Es decir, nos podemos encontrar con maíz más resistente a los
insectos, tomates que duran más tiempo en el refrigerador sin
echarse a perderse, arroz rico en vitamina A, cosechas más
resistentes a sequías, cultivos que sobreviven a insecticidas y
herbicidas, café sin cafeína, etc. En pocas palabras podemos decir
que el propósito o el objetivo con el que se hicieron los alimentos
transgénicos fue para hacer alimentos más resistentes, duraderos,
más nutritivos y en menos tiempo.
Sin
embargo, una amplia mayoría de personas se posiciona en contra de
este tipo de alimentos. Argumentan que el
riesgo cero no existe. En este sentido, los detractores de los
alimentos transgénicos apuntan que esta técnica de cruce de genes
puede provocar la resistencia
de las bacterias orgánicas a algunos antibióticos
útiles para el ser humano, además de posibles reacciones alérgicas,
ya que se desconocen las consecuencias a medio plazo tras su
ingestión. Los que desconfían de los transgénicos también hablan
de hongos
y virus
que ante la resistencia de su ataque muten hacia especies más
peligrosas y desconocidas. Y del posible
impacto sobre la biodiversidad
al provocar la desaparición de ciertos organismos, como los
depredadores naturales de las plantas o de los insectos encargados de
llevar a cabo la polinización… En definitiva, los opositores
sostienen que no hay una razón clara (más que la económica) para
el avance de la manipulación genética de los alimentos.
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