Hay estudios que demuestran que comer rápido aumenta en un altísimo porcentaje la probabilidad de ganar pero, y que la facilidad de engordar vaya en aumento con el paso de los años.
El comer lento ayuda a que nuestro cuerpo se sienta saciado más pronto, y en consecuencia, comamos menos cantidad. El cerebro tiene más tiempo para recibir señales de saciedad, y la cantidad de calorías ingeridas es menor.
Además, al masticar mejor los alimentos, estos se desmenuzan mucho mejor y sus nutrientes son absorbidos en mayor cantidad y con mucha más facilidad. Facilita la digestión y disminuye el estrés.
En conclusión, comer despacio nos hace más felices.
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